jueves, 11 de junio de 2009

Desde Bilbao a Coruña, pasando por Ribadeo



A las 10 de la noche del sábado 24 de junio el autobús de la línea que une Galicia con el País Vasco sale puntual de la estación de autobuses de Ribadeo. Mi destino es Bilbao en donde me está esperando el Laion y en donde pasaré la próxima semana. Me dispongo a pasar una noche tranquila escuchando música y viendo desde la ventanilla como han cambiado las cosas desde los últimos 30 años que no viajo por esta zona. La verdad es que sí han cambiado, me figuro que no tanto como nos gustarían, pero sí que han cambiado.
Puntualmente a las 5 de la madrugada sale de las entrañas del autobús una porción de gentes somnolientas que aquí tenemos nuestra parada. Después de interesarme en la forma de llegar a Getxo tomo el metro de la línea de Plencia que me dejará en la estación de Gobelas desde donde una corta caminata (según me indican) me llevará al puerto deportivo. Me sorprende el orden y limpieza de la estación del metro. Ni una sola pintada, ni un papel por el suelo, la gente amable y servicial hasta el punto de que los que venían de marcha se comportaban dentro de un orden. Una grata sorpresa para quien espera encontrarse poco menos que una ciudad sitiada.
Como me han indicado una caminata corta me lleva al centro del paseo entre las Arenas y Getxo. Primera duda, se ven dos puertos deportivos, uno a izquierda y otro a derecha de modo que deduzco que será el de la derecha y me pongo en marcha. A estas horas de la mañana en que comienza a amanecer y después de una noche en el autobús apetece caminar. De uno de los locales nocturnos sale una pareja de novios acompañados por los últimos invitados, todos un poco perjudicados. La novia levanta el vestido para poder caminar, el novio arrastra la chaqueta y los invitados que los acompañan están más o menos igual, corbatas en la mano, vestidos descompuestos, risas y voces altas. Parece que han tenido una buena noche de juerga.
Para no despertar a los tripulantes, decido dejar las cosas en capitanía y darme un paseo hasta el puerto viejo y buscar algún sitio en donde desayunar. Me gusta la zona, el paseo es precioso, pero ni un solo local abierto, de modo que desando lo andado y vuelta al puerto a preguntar donde puedo tomarme un café que me reanime. Me indican que quizás en las Arenas, al lado del puente colgante “el más elegante que hay en Bilbao”. Nuevo paseo con la brisa de la mañana y por fin un café. ¡¡¡Dios qué falta me hacia ese café…..!!!!
De regreso al Laion el personal aún continua dormido por lo que me tumbo en la bañera y me doy una cabezadita a la espera de que revivan…….
El domingo pasó tranquilo utilizando la tarde para descansar del viaje.
Lunes 26 de Junio.Después de la ducha y el desayuno es la hora en que han de llegar los invitados que hoy saldrán a navegar con nosotros. La prensa llega puntual y al alcalde de Gatxo le dicen los de capitanía que el barco no pudo llegar por el mal tiempo (se ve que la comunicación y el buen entendimiento en estos organismos es similar en todas partes ya que el barco está en el puerto desde el viernes, demás de que el tiempo pese a estar nublado, está genial) así que el hombre se marcha y se queda sin su chupa chup, ya que de todos es sabido que a un político le gusta más una cámara que a un niño un caramelo.
La experiencia de navegar con personas de capacidad disminuida es de lo más reconfortante. En estos casos uno se da cuenta del esfuerzo y voluntad que ponen para poder hacer las cosas y comienzo a mirarlos de forma distinta a como los miraba hasta hoy. A una niña se le cae el vaso y ante mis “no te preocupes yo te lo recojo” la respuesta de “yo lo hago, soy disminuida pero puedo hacerlo” me deja parado en seco y me doy cuenta de que ayudar sí, pero sin pasarse, quizás sea lo más oportuno y me hace recordar aquello de que el fiel de la balanza está siempre en el centro.
Fueron dos días muy interesantes, con salidas de mañana y tarde en las que cuatro organizaciones de personas de capacidad disminuida del País Vasco disfrutaron de unas horas de navegación dentro del programa GAVEA (Galicia Vela Adaptada) que tiene en marcha La Confederación Gallega de Minusválidos.Martes 27 de Junio.Después de dejar en tierra al último grupo, de hacer gas-oil y de pertrechar el barco para la navegación hasta Gijón, a las nueve de la noche salimos del abra de Bilbao con buena mar y un viento del este de entre 6 y 10 nudos, por lo que la navegación se presentaba de lo más tranquila. A orejas de burro y ayudado por el motor el Laion se tragaba millas a razón de 6 a 8 por hora con un balanceo contenido. A las 2 de la tarde del miércoles 28 y después de una noche en la que se pudo mirar las estrellas, ver las luces de la costa y alguna que otra estrella fugaz, atracábamos sin contratiempos en el Puerto Deportivo de Gijón, en el cual después de una reconfortante ducha y una merecida comida regada con abundante sidra, estábamos listos para recibir a un grupo con el que realizaríamos una salida nocturna.
Si navegar de día con estos grupos es agradable, la noche no tiene desperdicio. El verse lejos de la costa con las luces de las ciudades que conocen desde otro ángulo les suelta la lengua a mil y una preguntas que muchas veces son difíciles de contestar.
Jueves 29 de Julio.A las tres de la tarde decidimos salir rumbo a Ribadeo a donde sin contratiempos deberíamos de llegar sin apurarnos en torno a la media noche con la intención de descansar allí, pero como sucede siempre en el mar….. el hombre propone, pero Dios dispone.
Rebasado el cabo de Peñas y tomado rumbo al faro de Tapia de Casariego, dando un resguardo oportuno a los cabos de Vidio y Busto con un viento del este que nos empujaba ayudados por el motor a una velocidad de 7.5 nudos, parecía que íbamos a disfrutar de un placentero día de navegación, cuando a eso de las 5 de la tarde y en el seno de Avilés nos topamos con una red a la deriva que quiso chafarnos el día. No comprendo como los pescadores que se pasan su vida en la mar, viven de ella y la sufren, son tan sumamente irresponsables como para no darse cuenta de que todo tiene un límite y que lo que un día dejan, al otro lo pueden encontrar.
En un principio pensamos que habíamos enganchado una boya y maldecía mi suerte por no haberla visto. Me molestaba sobremanera el que pasase en este viaje y precisamente en mi turno de guardia. Fue un alivio al menos para mi amor propio el que fuese una red ya que navegan a media agua y no se ven.
Pasados los primeros momentos de desconcierto y descartado el acercarnos a una playa en donde poder bajar a picar lo que arrastrásemos, decidimos seguir navegando a orejas de burro aprovechando el viento que nos seguía empujando. El temor estaba en que dejase de soplar, que la corriente nos tirase contra los cabos o que no llegásemos con la marea adecuada a Ribadeo, con lo que no llegaríamos a los pantalanes.
Pasado un tiempo por la popa se empezó a ver la estela de red que remolcábamos, por lo que decidimos bajar el anexo y armado de chaleco, arnés, cuchillo, con un poco de paciencia y el temor a un baño fuimos cortando parte de la red. No fue gran cantidad pero al menos se reducía la pelota que se formaba el enrollarse en la hélice al poner el motor en marcha y esperábamos que al menos nos permitiese mantener el rumbo en caso de necesidad.
La noche se hizo eterna, pero poco a poco íbamos acortando millas a nuestro destino. El viento se mantenía variando de intensidad, pero al menos estuvo ahí hasta la llegada de la madrugada que nos sorprendió a pocas millas del faro de Tapia. Habíamos navegado con el motor encendido toda la noche para no agotar las baterías y ahora llegaba el momento de comprobar si éramos capaces de hacer avanzar el barco a motor. Recogidas las velas que no hacían otra cosa que flamear pusimos el motor a 1800 rpm. y comprobamos que podíamos dar 1.5 nudos y aunque se calentaba un poco con otro poco de suerte podíamos llegar antes de que comenzase a bajar la marea. Fueron unas horas de navegación penosa en la que el avance tan lento casi parecía que no se producía.
A las 6.30 estábamos entre los faros de las Carrallas y la isla Pancha en la entrada de la ría de Ribadeo y disponíamos aún de hora y media para recorrer la última milla, pero ahora con la ayuda de la marea que nos empujaba suavemente al interior. Fue una noche larga, muy larga, pero cuando nos vimos atracados en el pantalán fue como la superación de un reto. Me figuro que no tiene nada que ver, pero pensaba que después de esto uno ya está preparado para cualquier cosa que se ponga por delante.
Faltaba aún como quitar la pelota de red de la hélice. Habíamos contactado con un buceador pero no vendría hasta la tarde y esto nos trastocaba un poco los planes, así que armados de una pequeña inventiva nos hicimos con una hoz y amarrada a un bichero y desde el pantalán, ayudados por grandes dosis de paciencia fuimos cortando la red, que resultó ser parte del copo de un arrastrero. A las 8 de la mañana estábamos libres para salir de nuevo.
Las nueve y media de la mañana nos ven saliendo de la boca de la ría. Un nordestillo establecido desde la salida del sol nos ayudaría en nuestra última singladura y libre de la pelota que lo atenazaba el motor nos ayuda con una marcha de 8 nudos. Burela, la factoría de Alcoa, los Farallones, Vivero, van quedando atrás y nuestro rumbo a estaca se va acortando a medida que poco a poco también el viento va subiendo de intensidad, llegando a dar un aparente de 25 nudos.
En el seno de Cariño y entre Estaca de Vares y Cabo Ortegal el piloto deja de funcionar, parece que este viaje no está dispuesto a dejarnos disfrutar. Un poco más tarde hace lo mismo la sonda a la que le acompañan el ploter y el equipo de viento. Nos damos cuenta de que pese a que el alternador carga perfectamente las baterías se han cansado de trabajar y se rinden.
Desde que el piloto nos ha abandonado, la navegación se ha vuelto más cansina y máxime después de la noche que hemos pasado de tensión, pero ahora ya falta muy poco para terminar y no vamos a dejar de disfrutar del paisaje que nos brindan los acantilados de San Andrés de Teixido, el faro de Candelaria y la costa de Cedeira. Ya tenemos cabo Prior a la vista y de momento no hay más problemas. Falta virarlo y por nuestra proa tendremos Coruña, además al virar estaremos protegidos de un nordés que ya se está haciendo incómodo.
La virada a cabo Prior por esperada no dejó de sorprendernos cuando a menos de veinte metros por nuestro costado de babor vemos pasar un nuevo paño de red, entre aguas, de unos 100 m2. de superficie, lo cual unido a lo que habíamos dejado en Ribadeo y lo que los aficionados a la pesca nos comentaron que estaban arrastrando estos días a puerto, nos hace pensar que un pesquero se ha debido de deshacer de todo cuanto le sobraba. ¡Lástima no se le enrollase a él en sus hélices…..!
Son las 9 de la noche del viernes 30 de junio, hemos entrado a las seis de la tarde y me encuentro sentado en la bañera central del Laion, en el puerto deportivo de Coruña, esperando a mis hijos que me llevarán a casa. Estoy cansado después de unos días de navegación que fueron intensos y en los que hubo de todo un poco, pero la verdad es que ha merecido la pena y ya estoy pensando en como adaptar las vacaciones del próximo año para volver a colaborar en el proyecto GAVEA.


TEMAIS 04/07/06

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